Leer a Maurice Blanchot, filósofo y escritor, es una prueba de lo extremo. Su novela Thomas l’Obscur obliga a todo lector a atravesar una experiencia cuasi loca que trastorna sus referencias. En efecto, se trata de no resistir a los efectos transferenciales reales que ejerce sobre cada uno la lectura, sino antes bien de pasar por la prueba de una cierta facultad de disociación –cualidad que todo analista y todo analizante necesitan: dinámica de los afectos, trayectoria de las fuerzas pulsionales que están en obra en aquello que Blanchot llamaba “el espacio literario” pero que es, a su vez, “espacio analítico”. ¿Qué es la deconstrucción?, preguntaba Jacques Derrida: aquello que en otro tiempo llamábamos psicoanálisis. Es dicha deconstrucción lo que se llama aquí disociación: movimiento transferencial de afectos por medio del cual el texto continúa viviendo.
Palabras clave: lectura / muerte / anagrama / afectos