Blanchot y Bataille. Siempre y cuando acojamos esos nombres por el valor impersonal que los propios Blanchot y Bataille quisieron otorgarles, callando sobre sí mismos y para sí mismos, haciendo que pierdan todo lo que podría personalizarlos, es decir, arrebatándoles la biografía y a la biografía, haciéndoles que se desprendan de las anécdotas que los ilustrarían con el color de la vida y dejando sobre todo de convertirlos en un objeto de investigación, como cuando intentamos responder a la pregunta: ¿quiénes fueron fulano y mengano? Así, pues, impersonalizándolos, exponiendo a la amistad y en la amistad, no una presencia personal que la fundamentase en su identificación del uno con el otro, sino una ausencia impersonal que afirmaría la distancia como vínculo inmediato, poniendo su lejanía como lo que más aproxima a quien por estar lejos o por ser el más lejano es al mismo tiempo quien más cerca está. Comunicando entre sí no como vivos que presentaran sus credenciales en el palacio de la amistad, sino como muertos que todavía se ausentaran de sí mismos para, precisamente, poder morir y entregar su muerte a quien estará a su modo presente en el momento mismo de ausentarse.
Palabras clave: Blanchot / amistad / Bataille / pensamiento