Este número de Instantes y Azares está dedicado a la problemática de la animalidad en el pensar contemporáneo. Los trabajos se articulan en torno a cuatro problemas. En primer lugar, la cuestión de la carne y del canibalismo. Más allá de los trabajos incluidos en esta sección, existe una pregunta que sobrevuela, de algún modo, en otros artículos: ¿somos todos caníbales? En su artículo, Greg Pollock cita un magnífico pasaje de Moby Dick que señala

Id un sábado por la noche y ved las multitudes de bípedos vivos que miran pasmados las largas filas de cuadrúpedos muertos. Este espectáculo ¿no es capaz de hacerle perder los dientes al caníbal? ¿Caníbales?, ¿quién no es caníbal? Os digo que se tendrá más tolerancia con el indígena de las Fidji que saló a un flaco misionero en su bodega, contra el hambre inminente; se tendrá más tolerancia, digo, con ese previsor hombre de Fidji, en el día del juicio, que contigo, goloso civilizado e ilustrado, que clavas a los patos en el suelo y haces festín de sus hígados hinchados con tu paté de foie-gras.

Por eso, la primera sección, “”Del animal, de la carne y del canibalismo”” reúne tres trabajos en torno a la pregunta por la carne y su consumo, desde perspectivas diferentes. El artículo de Matthew Calarco, desde el análisis de algunos aspectos de las obras de Friedrich Nietzsche y de Val Plumwood, muestra los presupuestos implícitos en el antropocentrismo con su distinción humano/animal, antropocentrismo que permite lo indicado por Melville en la cita de Moby Dick. Calarco postula entonces una pérdida de la propiedad humana y un modo de estar en el mundo desde una ““indistinción””, y una suerte de “”veganismo ético”” que puede plantearse aún desde la idea de que somos (humanos y animales) seres comestibles, pero que somos carne y al mismo tiempo, más que carne.

Es en el mundo de la organización biopolítica que los animales patentizan de manera más fuerte el lugar que el hombre les ha concedido: el de elementos o propiedades al servicio de lo humano. De algún modo, el modo de ser humano se constituye desde el dominio sobre lo viviente, y desde la consideración del otro viviente sintiente no humano como una propiedad disponible para ser utilizada (en la alimentación, la vestimenta, la experimentación, el espectáculo). Pero, como lo destaca el trabajo de Mondher Kilani, la “”crisis de la vaca loca”” dejó al desnudo el carácter ““caníbal”” de la cultura, el aspecto antropofágico de ésta (porque, aún si no se comen hombres, se come lo más semejante al hombre). Por ello, la crisis que provocó la enfermedad de la “”vaca loca”” permite visualizar una autofagia generalizada en la sociedad capitalista. Algo que desarrolla muy bien el trabajo de Greg Pollock, desde las cuestiones que plantean Marx y Melville y mostrando de qué modo el canibalismo y “”el animal”” se vinculan con categorías económicas de producción y consumo.

La sección ““Animales literarios”” incluye el artículo de Jean-Christophe Bailly, que propone pensar a los animales desde formas menos rígidas, y entonces animales en devenir, fluyendo, viviendo en el instante. Formas fluidas o evanescentes también ve Marta Segarra en una obra de teatro inédita de Hélène Cixous, de 2004 y puesta en escena por Daniel Mesguich en 2011. Allí, desde la figura del topo, Segarra lee la diferencia sexual como presencia espectral. El topo, doble del espectro, también asedia la obra de Kafka, y es encarnación de la escritura.

La sección “”Animales y cine”” se inicia con el trabajo de Akira Mizuta Lippit, que plantea la cuestión de la muerte del animal (no aceptada por la filosofía occidental) en el ámbito del cine, y lo hace desarrollando las ideas presentes en la leyenda que aparece con los créditos de un film, en relación a que ningún animal fue herido para realizar la película. Esta leyenda le permite dar cuenta de los presupuestos presentes en los límites humano-animal. El artículo de Mónica Cragnolini, por su parte, analiza el lugar de los animales en el film de Safaa Fathy, D’ailleurs Derrida, intentando responder a la pregunta de por qué una auto-biografía es siempre una zoo-grafía, y apunta, hacia el final, a plantear un trato con los animales, que les permita “”pasar””, algo que en cierto modo se desarrollará en el apartado sobre “”Comunidades animales””.

En este apartado, Ana Sorin se pregunta por la posibilidad de una hospitalidad con el animal desde el pensamiento de Lévinas y desde la filosofía derridiana, analizando si la noción de huella puede albergar esa hospitalidad con el más diferente de los diferentes, el animal.

Por su parte, Cecilia Cozzarin piensa esta hospitalidad con el animal desde la cuestión del otro, y el modo en qué pensar la responsabilidad con el animal. Cozzarin considera que tanto la filosofía de Derrida como la de Nancy “”tocan”” al animal para dar cuenta de la zoopolítica que este “”toque”” permite pensar.

Vanessa Lemm también se pregunta por la hospitalidad con el animal, desde la cuestión comunitarista y la deriva hacia la problemática de la vida en el pensamiento actual. En este sentido, considera que dicha deriva, desde las ideas de don, ausencia de sustancia y otras, permiten pensar una comunidad con lo viviente interespecies, que deconstruya el modo habitual de considerar a los animales.

Y Paula Fleisner plantea la extraña comunidad que se da entre humanos y animales conviviendo en los modos de la “”domesticidad””. Siguiendo en la línea planteada por Lemm, Fleisner se pregunta por esos otros animales que son las así llamadas “”mascotas””, sobre todo los así llamados “”perros””, y su convivencia con los animales humanos.

Los animales pasan por este número de Instantes y azares mostrando que tal vez una de las mayores fuerzas del pensamiento postnietzscheano la constituye este tipo de problemáticas que muestran de qué manera “ya “no podemos seguir siendo hombres”” según el modo soberano de serlo, y que estamos en tránsito hacia otros modos de comunidad con lo viviente.

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