Editorial

Este número doble, 19-20 de Instantes y azares, está dedicado, en un Dossier organizado por Silvia Schwarzböck, a la cuestión de la imagen, y a los modos de pensarla “después de” Nietzsche.

Muchas veces se ha planteado que el postnietzscheanismo supone la liberación alocada de las imágenes: la fragmentación, superposición y confusión de las imágenes “liberadas” ahora de la restricción de lo formal. Creo que el problema que plantea Nietzsche en torno a la imagen es más problemático que lo que se desprende de esa posible interpretación: él se pregunta qué acontece con la cuestión de la representación (y de la imagen) cuando ésta ya no representa nada. La muerte de Dios supone que esa X desconocida que se intentaba “hacer visible” (traducir sin traición) ahora ya no está. Si durante mucho tiempo el problema para la flosofía fue el de la cuestión en torno a los modos posibles de representación o aproximación a esa X desconocida, ahora la pregunta nietzscheana es de otro orden.

Es lo que plantea el loco del parágrafo 125 de Die frölihche Wissenschaft cuando se pregunta qué hemos hecho al liberar a nuestra tierra de su sol. La muerte de Dios-sol coloca al humano en la incertidumbre de qué es entonces lo que se representa cuando se representa, o a qué aluden las imá- genes cuando no existe la X a representar (por más que se la considerara, antes de la muerte de Dios, irrepresentable).

Mientras que en El nacimiento de la tragedia la X aún existía para Nietzsche y tenía un nombre, Ur-Eine (uno primordial, traducible en Dionysos como “totalidad” nouménica), después de esta obra, con el anuncio de la muerte de Dios, el problema metafísico es totalmente diferente. Una de las vías para comprender este cambio es la crítica al Wagner músico y su “uso” de la música al servicio de la idea de obra de arte total.

Agradecemos a Silvia Schwarzböck por este trabajo de organización y compilación de este Dossier, y a todxs lxs autorxs convocadxs.

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